El resplandor de la luz que, de repente, asoma por cada rincón de la
habitación. Despide a la oscuridad, al silencio, a cada profunda
exhalación. Despertar, escuchar como el viento se enfrenta a todo lo que
se interpone a él, volver a cerrar los ojos, recordar y limitarse a
sonreír...
Un leve dolor de cabeza, sus ojos sin desmaquillar. Cada
imagen del día anterior acude a su mente y hace que se sienta especial,
realmente especial.
Page se levantó y, en pijama, tomó café solo
como de costumbre mientras escuchaba "Radiohead". Vio cerca de ella
apuntes de Neuropsicología, una de las asignaturas de la facultad que
más le sorprendían.
Les echó un vistazo, como siempre, antes de ir a
la universidad y en uno de los márgenes escribió verticalmente "You're
just like an angel".
Inspiró profundamente, con todas sus fuerzas,
levantó la cabeza, sonrío y expiró suavemente, a un ritmo constante.
Pensaba en el día anterior con Leo, su pareja desde hacía dos años.
Quedaron donde siempre, en el bar que hace esquina, al lado de una
floristería que hacía años que estaba abierta. Leo la llevó allí por
primera vez una fría noche de diciembre y, mientras Page estaba
temblando de frío, él, con su pícara sonrisa, pidió dos tazas de
chocolate caliente. Esta vez no entraron dentro, les apetecía caminar.
Page cogió a Leo de la mano, y éste la abrazó. Tras un buen rato
andando, se sentaron en un banco que daba a una casa enorme con jardines
espectaculares, de esos que solo ves en películas y parecen tan poco
realistas que apenas imaginas encontrarte. Cada vez que Leo la abrazaba,
ella sonreía, le miraba fijamente a los ojos y sabía perfectamente qué
era lo que les unía, ese vínculo especial que tanta fuerza le daba. El
poder hablar durante horas de cualquier cosa, le hacía sentirse
afortunada por tenerle a su lado. Ella acudía a él en todo momento. Él
la quería y ella lo sabía. Leo sacó de su mochila una botella de cava y
dos copas y Page no pudo parar de reír, le encantaba que le sorprendiera
con cualquier cosa. Leo llenó las copas y dijo que merecía la ocasión.
Page preguntó qué estaban celebrando y Leo, como siempre, soltó una de
las suyas, diciendo que seguro que acababa de nacer un bebé o quizás,
habían ascendido a alguien al trabajo, quizás alguien había acabado un
proyecto o ganado un partido, siempre había algo que celebrar.
Page y Leo celebraron el mundo entero sin parar de reír. Él, tras unos segundos de silencio le dijo que la quería y la abrazó.
Finalmente, miró el reloj y se acabó rápidamente la taza de café. Page
abrió el armario y eligió unos vaqueros y una sudadera blanca. Se puso
las zapatillas, se recogió el pelo, cogió los libros, dejó una nota y
salió en dirección a la universidad.
Hacía pocos días que Page había
llegado de nuevo a la ciudad, por lo que tenía una extraña sensación,
es como cuando te habitúas a otra cama que no sea la tuya y al cabo del
tiempo vuelves a tenerla, con cada peluche incluido.
El sol
iluminaba su rostro, sentía ganas de correr en medio de la muchedumbre,
de bailar, de dar un abrazo a un desconocido, aunque la miraran como a
una extraña. Sin darse cuenta, Page ya estaba en la facultad y en una
esquina vio a Carol sentada junto a Jeremy, lo cual le produjo un alivio
ya que pensaba que Jeremy aún no había vuelto de Arizona.
Jeremy
era uno de sus mejores amigos en la facultad, solían quedar en la
biblioteca para estudiar, pero de pronto éste decidió marchar, dijo que
necesitaba cambiar de aires, conocer cosas nuevas. Le dolía lo que
dejaba aquí pero necesitaba hacerlo. Esta decisión afectó profundamente a
Page, le dolió, pero no pudo hacer nada más que resignarse y aceptar su
decisión aunque sabía que, tarde o temprano, iba a volver.